Los hábitos alimentarios nacen en la familia, pueden reforzarse en el medio escolar y se contrastan en la comunidad en contacto con los pares y con el medio social.
Si bien la alimentación es una necesidad fisiológica necesaria para la vida, esta tiene una importante dimensión social y cultural. El comer está vinculado no solo con saciar el hambre sino también con la búsqueda del placer. Esto tiene que ver con los factores que intervienen en el momento de la elección de los alimentos como son la religión, las preferencias alimentarias, o los poderes mágicos que se le atribuyen a ciertos alimentos, entre otros.
En la actualidad existe una gran preocupación por la salud y se reconoce a la alimentación adecuada como un instrumento de protección a la salud y prevención de enfermedad. Sin embargo las encuestas demuestran que la elección de alimentos está condicionada por el factor económico y el gusto en primer lugar, seguido de la comodidad, simplicidad en la preparación culinaria y el valor nutritivo que los alimentos aportan a la dieta.
La sociedad actual sufre una evolución en los hábitos alimentarios de los ciudadanos como consecuencia del impacto de los nuevos estilos de vida que han condicionado la organización familiar. La reducción del tiempo dedicado a la preparación de las comidas, lo que hace que aumente el consumo de alimentos y postres listos para consumir y los pedidos a delivery que en la mayoría de las veces corresponde a alimentos con alto tenor graso y calórico.
Los hábitos alimentarios del mundo occidental se caracterizan, por un consumo excesivo de alimentos ricos en proteínas, grasas de origen animal y azúcares refinados (“comidas chatarra”).
La infancia es una etapa decisiva de la instauración de los hábitos alimentarios y es en esta etapa que la familia cumple un rol decisivo. Las elecciones alimentarias de los padres moldean desde temprana edad las preferencias de los hijos en cuanto a la calidad de los alimentos.
Es importante destacar que no existe ningún alimento que deba eliminarse de la dieta, pero sí hay que evitar su reiterado consumo, que puede generar hábitos alimentarios inadecuados.
Es fundamental, que nuestros niños incorporen buenos hábitos de alimentación para que crezcan sanamente:
Realicen cuatro comidas diarias ( desayuno, almuerzo, merienda, cena)
No salteen el desayuno, ya que puede repercutir en tus actividades físicas e intelectuales.
Coman variado y rico. No se olviden de incorporar verduras y frutas de diferentes colores en sus platos diarios.
Incorporen carnes rojas y blancas (pollo y pescado), sacándoles bien la grasa.
Los lácteos son muy importantes en las diferentes etapas de la vida especialmente en la niñez y adolescencia.
Traten de comer poca cantidad de “comida chatarra”, déjenlo solo para momentos especiales.
Beban 1.5 litros de agua y eviten las bebidas azucaradas.
La modificación de los hábitos no es tarea fácil, pero sí es posible, siendo las primeras etapas de la vida el mejor momento para lograrlo.
Paula Zícari- Lic. en Nutrición
M.N 2071-M.P 1081 (COL)